Esta noche hemos asistido a un curioso experimento que, esperemos, clarifique las ideas a quien debía hacerlo. El Rosenborg, un equipo campeón en Noruega pero ramplón a nivel continental, visitaba el Calderón con la amenaza de dejar a los rojiblancos fuera de Europa a las primeras de cambio. No fue así, ni mucho menos, aunque en algunos momentos se rozó la tragedia.
Ante tal panorama lo lógico y normal sería salir a por todas desde el minuto 1, buscar al contrario en campo rival, apretar los dientes y a base de fútbol sacar del partido a los noruegos. Algunos jugadores, a falta de fútbol le deben poner siempre ganas, pero… ni por esas.
La ausencia del Kun Agüero del once permitía una vez más ver a Diego Costa en acción junto a Forlán, el resto del once más o menos era el esperado con la novedad de Valera por Perea, asunto menor. Desde el primer momento fue un bodrio de partido perpetrado por unos jugadores incapaces de moverse por delante del esférico, difícilmente se encuentran espacios si todo el mundo la pide al pie rodeado de 2 contrarios, así no hay manera. Para colmo de males, el único capaz de pedirla y buscar el espacio se llama José Antonio.
No somos lo suficientemente justos con el utrerano, en su lugar me habría dado una depresión de caballo, sin ningún socio al que buscar… el único que entendía su situación era Diego Costa, este hombrecillo poco a poco se va ganando a la grada, trabaja como el que más, corre, muestra detalles y luego la podrá liar, pero está implicado en el proyecto.
No se puede decir lo mismo de su compañero de ataque, esperando siempre el balón estático aunque venga rodando por el piso desde 20 metros, yéndose al corner a la mínima que puede, buscando ese eterno disparo de 30 metros que ya nunca le entra, mostrando una apatía insultante. ¿De verdad cuenta para el Balón de Oro? ¿Ven esos señores los partidos de fútbol? Créanme que para saber de lo que hablo “hay que estar en el campo viendo lo que hace cuando no pasa la jugada cerca”.
A pesar de todo, en un balón colgado al área por adivinen quién, Godín logra conectar un cabezazo perfecto que bota antes de entrar en la portería. Primer gol y a dormir, literalmente. Todo lo ocurrido con posterioridad en la primera parte se resume en un par de bostezos, un par de entradas bruscas al rival y un par de sustos. Los bostezos porque Tiago va confirmando ese runrún que últimamente gira en torno a él (no se parece al del año pasado, ¿cuál es la versión verdadera?), los suplentes carecen de nivel y Simao hace tiempo que asumió la irregularidad como parte de su ser. Encefalograma puro y duro contra una panda de amateurs.
Esos amateurs gozaron de sus oportunidades, estrellaron un balón al poste y desaprovecharon un fallo morrocotudo de Perea que dejó el camino expédito al torpe delantero noruego. Un equipo de nivel nos hubiese calzado un gol como un piano, estoy convencido de ello. Hubo tres minutos que terminaron de desquiciar al personal, Joel insistió hasta tres veces en golpear en largo un balón que entregaba al rival, en lugar de jugarla en corto… qué cruz.
En la segunda parte se mantenía la tónica de la primera parte. Balones perdidos tontamente, escasa presión, rival que se anima a buscar el empate y delantero estrella totalmente indolente. Quique, que podrá ser amarreta pero no gilipollas entiende que o saca la artillería o nos vemos con el empate en menos que se persigna un cura loco… total, sale al campo Sergio Agüero por Diego -trotecochinero- Forlán. Aquí acaba nuestro primer partido, el tortuoso, el mortal, el que si no se quedó la gente dormida fue por el frío polar…
En la primera jugada del segundo partido, el Kun corre a presionar un balón defensivo demostrando más que su compañero en una hora larga. El siguiente balón lo mandaría a la red… con la inestimable ayuda de Reyes, que en vez de reventarla cuando pudo, la templó, esperó el momento y filtró un pase preciso en boca de gol. Un espectáculo.
En cada jugada encontrabas peligro, la rapidez del 10 volvía loca a la zaga escandinava, que juntado con Reyes era mucho más y ya con la movilidad de Diego Costa el acabose. Fruto de una combinación de estos tres nació el tercer y último gol. Una jugada relámpago con Reyes conduciendo el contragolpe, frenándose para meterle el pase al flanco contrario a un Costa que esperaba en el pico del área grande… éste la para, mete el balón al balcón del área donde se encontraba el Kun y, para llorar de la emoción, mete una pared elevada al brasileño que finaliza magistralmente con un cabezazo por encima del portero. Contado parece menos, si pueden vean la jugada en la televisión.
De ahí al final más de lo mismo, fútbol de combinación, vertical… incluso nos hicieron un penalti que el árbitro obvió con el mal criterio del que suelen hacer gala en nuestro feudo. Pero eso no es lo importante, sí lo es la vuelta de un crack del fútbol, un mago del balón que llega para animar a otro que no le anda a la zaga, un tipo que cambió la historia de un partido sólo con su presencia.